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El Desafío del Crédito Rural para los Pequeños y Medianos Productores: Oportunidades y Obstáculos en un Escenario Económico Adverso

Con altas tasas de interés, dificultades de pago y financiamiento limitado, el sector necesita soluciones que garanticen un acceso más inclusivo al crédito.

	Imagen generada por Copilot: Finanzas y crédito rural en Brasil
Imagen generada por Copilot: Finanzas y crédito rural en Brasil

 El agronegocio brasileño es uno de los pilares de la economía nacional, pero enfrenta crecientes desafíos en lo que respecta al financiamiento. Los pequeños y medianos productores se enfrentan a dificultades aún mayores que los grandes actores del sector. El aumento de las tasas de interés, el creciente endeudamiento y el acceso limitado a instrumentos financieros modernos aumentan la incertidumbre sobre la viabilidad de la actividad agrícola. En este artículo, exploramos los principales desafíos y alternativas disponibles para estos productores que continúan impulsando el agronegocio nacional. 

 

Altas tasas de interés y dificultades en el crédito rural


El aumento de la  tasa Selic  ha tenido un fuerte impacto en el crédito rural en Brasil. El Plan de Cultivos, el principal mecanismo de financiación de la agricultura, se enfrenta a limitaciones debido al aumento de los costos de equiparación. Los bancos privados, que también ofrecen crédito, aplican tasas más altas que el Selic, lo que hace que el financiamiento sea aún más caro para los productores que necesitan capital para el financiamiento y la inversión.


Los pequeños y medianos agricultores son los más afectados por esta situación, ya que dependen del crédito subsidiado y tienen dificultades para negociar condiciones favorables en el sector privado. Sin acceso a recursos más accesibles, muchos enfrentan problemas de liquidez y comprometen sus operaciones.

 

Certificado de Productor Rural (CPR en portugués): Garantía Esencial y Desafíos en el Incumplimiento


El CPR es un instrumento de crédito que se ha consolidado como uno de los principales instrumentos de financiamiento para los pequeños y medianos productores, funcionando como garantía para la obtención de créditos de cooperativas, cerealistas, bancos y empresas comercializadoras. Su modelo permite anticiparse a los recursos con la entrega futura de la producción agrícola, siendo vital para viabilizar el flujo de caja de estos productores.


Sin embargo, el aumento de la morosidad en el sector ha provocado cambios en la forma de ver el mercado del CPR. Antes, era un instrumento robusto por derecho propio, pero ahora se ha llegado a considerar accesorio, que requiere garantías reales adicionales. Así, muchos productores necesitan ofrecer la enajenación fiduciaria de activos como maquinaria, equipos e incluso porciones de tierra, beneficiándose de la reciente regulación que permite el fraccionamiento de tierras como garantía de financiamiento.


Este escenario genera un dilema para los pequeños y medianos productores: si bien el CPR es fundamental para viabilizar el crédito, su uso se ha vuelto más restrictivo, dificultando el acceso y requiriendo una mayor estructura patrimonial para garantizar el financiamiento.

 

Endeudamiento y renegociación de deudas


Otro gran desafío es el alto endeudamiento de los productores. En Rio Grande do Sul, por ejemplo, los agricultores acumulan deudas de más de R$ 72 mil millones, como resultado de la combinación de altas tasas de interés, aumento de los costos operativos y adversidades climáticas, lo que los lleva a enfrentar climas adversos con sequías (dos años seguidos) y dos inundaciones en menos de un año.


El gobierno ha implementado medidas de emergencia, como la extensión del vencimiento del financiamiento agrícola, pero esta solución es solo paliativa. El crédito rural necesita una reformulación estructural para satisfacer las necesidades de los pequeños y medianos productores, asegurándoles el acceso a condiciones más equilibradas y sostenibles.

 

Los modelos de financiación privada y sus límites


Con la reducción de los recursos públicos, las alternativas privadas ganan espacio en el mercado, como LCA (Cartas de Crédito para Agronegocios), FIAGRO (Fondos de Inversión) y CRA (Certificados de Cuentas por Cobrar para Agronegocios). Estos instrumentos traen nuevas posibilidades al sector, pero su aplicación favorece principalmente a los grandes productores, que cuentan con una mayor estructura financiera para acceder a estos modelos.


Por otro lado, los pequeños y medianos agricultores recurren a alternativas de financiación, tales como:


  • Cooperativas de ahorro y crédito, que ofrecen tasas más asequibles y facilitan el acceso al financiamiento.

  • Cerealistas y empresas de insumos, que otorgan créditos vinculados a la compra de insumos o a la entrega futura de la producción.

  • Sociedades mercantiles, que financian a los productores a través de contratos de suministro de materias primas, conocido popularmente como trueque o trueque.


Estas opciones ayudan a mantener la producción activa, pero no siempre satisfacen completamente las necesidades del productor, que a menudo necesita equilibrar plazos y costos para evitar pérdidas.

 

Los subsidios gubernamentales y la diferencia real en la contribución pública


Si bien el gobierno asigna recursos al crédito rural a través del Plan de Cultivos, el monto subsidiado directamente a los pequeños y medianos productores no corresponde al total de la factura pagada por el gobierno. El monto efectivo del subsidio no supera los R$ 15 mil millones, representando solamente la diferencia entre la  tasa Selic  y el porcentaje subsidiado en las operaciones de crédito realizadas por los bancos.


Los principales programas que se benefician de esta cantidad son:


  • Pronaf (Programa Nacional de Fortalecimiento de la Agricultura Familiar): Dirigido a pequeños productores, con tasas de interés reducidas y condiciones especiales de financiamiento.

  • Pronamp (Programa Nacional de Apoyo a los Medianos Productores Rurales): Dirigido a medianos productores, ofreciendo créditos para financiamiento e inversión.

  • Proagro (Programa de Garantía de Actividad Agropecuaria): Protege a los productores contra pérdidas climáticas y dificultades financieras.

  • InvestAgro (Programa de Inversión Agropecuaria): Enfocado en inversiones a largo plazo para la modernización y expansión de la producción.

  • Procap-Agro (Programa de Capitalización de Cooperativas Agropecuarias): Apoya a las cooperativas agropecuarias, garantizando el acceso al crédito para capital de trabajo.


Es decir, si bien el gobierno divulga cifras significativas en el financiamiento agropecuario, buena parte de los recursos son puestos a disposición por el propio sistema financiero, siendo los bancos los responsables de la composición de las tasas y las condiciones de pago. Para los pequeños y medianos productores, esta realidad significa que el crédito subsidiado, si bien existe, tiene un alcance limitado frente a las necesidades del sector.


Además, al comparar el monto total de los subsidios con la producción nacional de granos, el impacto del gobierno en la agricultura brasileña es inferior al 1%, lo que hace evidente que, a pesar de la existencia del Plan de Cultivos, los pequeños y medianos productores continúan enfrentando importantes desafíos para acceder al crédito sostenible, viéndose obligados a buscar alternativas privadas o comprometer activos para obtener financiamiento.

 

Alternativas para Brasil


1. Fondos de Garantía: Crear mecanismos de garantía para los pequeños y medianos productores, reduciendo el riesgo para las instituciones financieras y facilitando el acceso al crédito.

2. Seguros agropecuarios más asequibles: Ampliar programas como Proagro e incentivar los seguros privados para mitigar los riesgos climáticos y financieros.

3. Crédito a través de cooperativas: Fortalecer el rol de las cooperativas de ahorro y crédito, que ofrecen tasas más competitivas y mayor flexibilidad para los productores.

4. Bonos agroindustriales: Ampliar el uso de CRA, FIAGRO y CPR, garantizando mayor liquidez y acceso al mercado financiero.

5. Alianzas público-privadas: Crear programas híbridos de financiamiento, combinando recursos públicos y privados para ampliar la oferta de crédito.

 

Modelos Internacionales


  • Alemania: El país cuenta con el Landwirtschaftliche Rentenbank, un banco de desarrollo agrícola que ofrece créditos a largo plazo a tasas reducidas.

  • Estados Unidos: El Sistema de Crédito Agrícola es una red de cooperativas financieras que proporciona créditos asequibles a los productores rurales, garantizando la estabilidad del sector.

  • Unión Europea: La Política Agrícola Común (PAC) subvenciona parte de los costes de producción y financiación, garantizando la previsibilidad para los agricultores.

 

Conclusión


El escenario del crédito rural en Brasil requiere atención urgente y reformas. Los pequeños y medianos productores, que son fundamentales para la economía y el suministro interno, se enfrentan a obstáculos más complejos que los grandes agricultores. El CPR sigue siendo un instrumento esencial, pero su papel como garantía se ha revisado debido a la elevada morosidad, lo que requiere garantías adicionales y dificulta la financiación para quienes tienen menos riqueza.


Con altas tasas de interés, dificultades de pago y financiamiento limitado, el sector necesita soluciones que garanticen un acceso más inclusivo al crédito, permitiendo que todos los segmentos de la agroindustria continúen creciendo y contribuyendo al país.


Alternativas como los fondos de garantía, los seguros agrícolas asequibles, el crédito a través de cooperativas y la expansión de los bonos de la agroindustria pueden ayudar a reducir los riesgos financieros y ofrecer opciones más viables para los productores que enfrentan desafíos de financiamiento. Los modelos internacionales, como los adoptados en Alemania, Estados Unidos y la Unión Europea, demuestran que una estructura crediticia sólida y bien planificada puede garantizar la previsibilidad y la estabilidad del sector.


En este contexto, las cooperativas de ahorro y crédito desempeñan un papel esencial en la democratización del financiamiento rural. Hoy en día, son una de las principales fuentes de crédito para los pequeños y medianos productores, ofreciendo tarifas más asequibles, condiciones flexibles y un servicio cercano a la realidad del campo. El fortalecimiento de estas instituciones puede ser una estrategia efectiva para mitigar los desafíos actuales, proporcionando una mayor inclusión financiera y alivio a los agricultores que enfrentan dificultades para acceder al crédito tradicional.


Es fundamental que los gobiernos, el sector privado y el sector cooperativo estudien y mejoren estas alternativas, asegurando un sistema de crédito rural más eficiente y accesible. El fortalecimiento del crédito rural no es solo una cuestión financiera, sino un factor decisivo para la seguridad alimentaria, la competitividad global y la continuidad del crecimiento sostenible de la agroindustria brasileña. La transformación de este modelo depende de la colaboración entre diferentes sectores y de la creación de políticas que permitan a los productores operar de manera más eficiente y competitiva.


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